Agenda Guelatao es un proyecto cultural comunitario que nace en julio de 2016 en el seno de la asamblea de ciudadanos y que tiene por objetivo la formación, difusión y preservación de la cultura zapoteca, con enfoque particular en la cultura de la comunidad. Gestiona actividades culturales para niñas, niños y adolescentes de la comunidad de Guelatao de Juárez y pueblos circunvecinos en colaboración con la Autoridad Municipal.
Agenda Guelatao inicia con el espíritu y la energía de una nueva generación de comunicadores y cineastas que regresan a su pueblo a contribuir con una serie de obligaciones y responsabilidades, es así que estando viviendo nuevamente en Guelatao estos jóvenes comienzan a cumplir con sus cargos que la asamblea les asigna.
Los integrantes del proyecto actualmente son Víctor, Luna y Alain que de manera voluntaria coordinan las actividades que realiza Agenda Guelatao, así como el CineToo (primer sala audiovisual en el país impulsada y coordinada por una comunidad indígena).
Estos dos proyectos realizan talleres de cine, poesía, teatro, danza, pintura, fotografía entre otros sin fines de lucro y a la par generan vínculos y oportunidades para que el básquetbol serrano continúe conociéndose al interior del país y en el extranjero.
Alain Arián Santiago (comunicador), Victor Manuel Cruz (comunicador), Sandra García (comunicadora), Dennis Jair Mendoza (politólogo), Carmen Morales (auxiliar), Iván Martínez (ingeniero en administración) y Luna Marán (cineasta) son los jóvenes integrantes de Agenda Guelatao, un nuevo cargo designado desde el sistema de usos y costumbres que caracteriza a las asambleas tradicionales de las comunidades indígenas. Estos cargos articulan la organización de las comunidades desde el topil (vigilante) hasta el presidente, e implican un compromiso sin remuneración económica.
En Guelatao (Laguna encantada) o Yelatoo (Laguna inmensa) – una comunidad zapoteca ubicada en la Sierra Norte de Oaxaca, México – se ha consolidado el concepto de Comunalidad impulsado por el antropólogo Jaime Martínez Luna quien lo describe como “derecho propio, es cultura propia, es naturolatría, es resistencia aunque de manera permanente es adecuación, es también comunalicracia, es tecnología propia”.
El trabajo de Agenda Guelatao presenta una nueva forma de vivir juntos proponiendo una serie de lógicas para habitar las comunidades indígenas coexistiendo con el diálogo global. Este grupo de jóvenes han roto los mandatos promovidos por la expansión de las ciudades, la migración forzada, las aspiraciones progresistas de los centros capitalísticos y el abandono sistémico de las epistemologías indígenas. Por el contrario, han incorporado estrategias para la diversidad lingüística, feminismos y prácticas narrativas para la autorepresentación.
Agenda Guelatao produjo un video ex profeso para The Backroom, acerca del 40 aniversario de la “Copa Benito Juárez” el torneo de basquetbol regional que sucede cada año durante la transición invierno-primavera. En este torneo participan localidades indígenas de los pueblos ayüükjä´äy (mixes), tsa ju mí (chinantecos) y zapotecos. La producción simbólica de este deporte norteamericano ha sido re-conquistada por estas comunidades como una forma de compartencia – esencia de ser uno del otro y de pertenecer a una colectividad infinita, que tiene que ver no con sistemas, sino con sociedades en permanente transformación – y celebración. En el mismo tenor del basquetbol serrano, este video ha sido producido de manera colaborativa tras la búsqueda de un cine comunitario, estas nociones son comentadas por los integrantes de Agenda Guelatao como parte de esta publicación.
A cuarenta años del primer partido de basquetbol en la “Copa Benito Juárez” y la constante construcción de analogías con la comunalidad.
A menos de dos meses de celebrar el CCXV aniversario del natalicio del Lic. Benito Juárez García en nuestra comunidad de Guelatao de Juárez y en diversos lugares en donde se encuentra presente la memoria de su legado político, es importante señalar que particularmente los serranos hemos decidido honrar a nuestro paisano de una manera muy particular; realizando un torneo anual regional de basquetbol “Copa Benito Juárez”[1].
Siendo el básquetbol un deporte con orígenes estadounidenses y que por lo tanto llegó de fuera, haciendo alusión a lo que Jaime Martínez Luna [2] llama una “adecuación” ante fenómenos sociales, políticos, culturales y en este caso un evento deportivo, hemos decidido crear nuestra propia organización regional de básquetbol basado en la máxima autoridad de las comunidades que se rigen por Sistemas Normativos Internos, la asamblea comunitaria.
Es así que como los presidentes municipales y/o regidores de educación, representantes deportivos o en su caso los capitanes de los equipos se congregan en una asamblea para determinar las actividades propias de la “Copa Benito Juárez”, siendo el Concejo Deportivo de la “Copa Benito Juárez” quien representa a los más de 225 equipos de basquetbol y estos a su vez representan a un aproximado de 2500 jugadores reunidos en dos fines de semana previos al 21 de marzo.
Podríamos considerar el básquetbol como un simple deporte o como un juego, nosotros los serranos (como versa una canción titulada “Himno serrano [3]”) hemos hecho de este deporte una forma de vida si lo vemos desde un sentido comunitario.
La cancha con sus perímetros pintados nos engloba en un espacio-territorio que bien puede ser el mismo territorio-tierra en la cual habitamos en nuestra comunidad, cada área de juego es diferente y que también puede representar un paraje de acuerdo a como nos ubiquemos en la cancha-territorio.
La gloria, el triunfo, la satisfacción es un anhelo de cada equipo representativo y por el cual el equipo, los 5 jugadores titulares, el capitán, la banca y autoridades municipales han trabajado en procesos muy particulares para llegar con el equipo mejor preparado y conseguir la “Copa Benito Juárez” y así resguardarla durante un año en la Presidencia Municipal de su comunidad.
La organización comunitaria o la comunalidad propia que vive cada equipo representativo refleja la cosmovisión, la cultura y procesos internos de cada equipo zapoteco, mixe y chinanteco. Así conocemos a jugadores hijos de migrantes que han dejado a sus pueblos buscando mejores condiciones de vida ya sea en el extranjero, CDMX o la Cd. de Oaxaca sin dejar a un lado el sentido de pertenencia y de identidad comunitaria.
“Por el honor de competir [4]” es un lema que se ha transmitido a las generaciones, un torneo de básquetbol en el que no hay una premiación económica además de que la “Copa” tiene que regresar al municipio de Guelatao de Juárez para ser nuevamente disputada, hasta que un equipo la gane en tres ocasiones será suya de manera permanente.
La fiesta o el goce comunal permite reconocer el trabajo, el esfuerzo, dedicación y compromiso que cada uno de los involucrados tuvieron para ahora ser reconocidos como campeones de la “Copa Benito Juárez”; sin duda todos quisiéramos estar en el festejo, una comida con las y los jugadores, sus familias, autoridades municipales, el cuerpo técnico.
Un ciclo deportivo culmina, sin embargo seguimos trabajando para los siguientes eventos de básquetbol y en los compromisos propios que nuestra vida comunitaria en estos tiempos de incertidumbre nos convoca.
Agradecimientos.
* A ese pequeño ser que va creciendo bajo la armonía de los sones y jarabes a la orilla de la laguna, pequeño Mati gracias por ser la luz de la utopía.
* A todos los que sentimos la necesidad y urgencia de hacer comunidad en comunidad.
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Hellen Ascoli writes—about weaving and translation—"To let my body be the place where tension meets the ground," and I imagine a lightning rod connecting languages, pulling threads. She combs, she rakes, she draws an exhibition with neon tapes across her backyard, she stacks two tree limbs in an embrace. I spend my pandemic mornings in the sand of a barren yard in the Great Plains in isolation, and the grit powders my skin and gets into my teeth. We write each other letters. Manal Abu-Shaheen sends me a cyanotype she makes, of the ship that brought her great-grandfather to Ellis Island in 1907. She sends a photograph of the sun dunking into the sea beside Beirut. We talk about the failure of language to account for the distance between here and there, especially in these anguished weeks since the explosion. Her photographs of that city were already moving indoors, but now, isolating in New York, she imagines the intimacy of photographing her friends in their homes, indoors, together. The imagining is about closeness, about touch, about longing and what is no longer here, about having a coffee and telling the stories of this particular year. Thuy-Van Vu describes how her father would plant patches of green, plants and flowers, in the sun-bleached yard of his home in Phoenix, Arizona, and how they would always die under the summer sun there. We talk about things that couldn’t be said in words. “This is the idea of a house my father built,” writes poet Diana Khoi Nguyen. Plants now cover every surface of her Seattle office and home; she feels guilty for letting one of them expire for a painting. She sends photographs from a trip to Vietnam: modest sandals in a glass case at the Museum of Fine Arts in Ho Chi Minh City are marked with dirt from an artist’s day of work. A boy sands a carved Buddha, and the wood gradually changes tones. A typed list of “useful phrases for emergencies” in Vietnamese includes “Don’t shoot!” Photographs of a helicopter made of woven grasses and a broken wooden sculpture of a tank are local thrift store finds, imported from Vietnam.