Acto de presencia
Texto por: Humberto Moro - Subdirector artístico y curador senior
Naomi Rincón Gallardo (1979) vive y trabaja en la Ciudad de México. Su trabajo audiovisual y performático reciente fabrica narrativas de deseo e insubordinación frente a procesos contemporáneos de despojo y violencia heteropatriarcal y extractiva en contextos neo-coloniales. Naomi Rincón Gallardo ensambla en su práctica cuir/feminista descolonial, sus afinidades por la ficción especulativa, los videos musicales, el delirio y la fantasía, los juegos teatrales, las fiestas vernaculares, y la elaboración manual de utilería y atuendos. Completó su doctorado en el PhD in Practice Program de la Academy of Fine Arts Viena. Obtuvo su maestría en el programa Education: Culture Language and Identity/Cross-sectoral and community Arts en Goldsmiths University of London. Realizó sus estudios de licenciatura en la Escuela Nacional de Pintura Escultura y Grabado La Esmeralda. Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte 2019-2022 del Fondo Nacional para La Cultura y las Artes.
Desde su ópera prima Utopías Piratas (2012) Naomi Rincón Gallardo ha ejercido con radicalidad, la conversión de lo real en relatos especulativos que ella describe como surrealismo mítico-crítico. Partiendo de una metodología de investigación desjerarquizada, Naomi recopila entrevistas, textos teóricos, testimonios de resistencias contra las lógicas necro políticas de despojo y destrucción para crear un especie de cine experimental queer desde una óptica del deseo, donde los personajes representan identidades fluidas y transitan entre seres humanos y no humanos. Su interés en la pedagogía crítica y el activismo la llevaron a participar activamente en los primeros años de Invasorix un grupo de trabajo feminista-queer, que mediante auto publicaciones, lecturas de tarot y videoclips denuncian hegemonías patriarcales.
The Backroom presenta una serie de documentos a partir de la obra Resiliencia Tlacuache (2019), donde atribuye singularidades comunales a unx cerro, unx tlacuache, la señora 9 caña y unx agave de múltiples chichis que cobran vida como disfraces míticos de celebración, protección para la defensa de territorios. La selección incluye fragmentos de videos descartados, imágenes de su bitácora personal, parte del soundtrack y un fragmento de entrevista a Claudia López Terroso, una artista curandera del Istmo de Oaxaca. El trabajo está dedicado a Rosalinda Dionicio activista y abogada que ha combatido proyectos de explotación minera en Oaxaca.
Chile. (fragmento de conversación con Claudia López Terroso)
Lo del chile… me acorde de mi mamá. Mi mamá hacía unas curaciones muy brutales, tan potentes, que a corría todo mundo con su chile: Ponía chiles de todo tipo en un anafre, con brasa, había mucho en el horno de la tortilla. No sé si conoces esos hornos del Istmo que están enterrados y que tienen que echarse muchos leños hasta que se consuma y al fondo queda la brasa. Entonces sacaba esa brasa viva del horno y la ponía en una sartén vieja, con la que sahumaba la casa, y ahí ponía toda esa brasa.
O a veces ponía un anafre cuando la curación era más grande. Y cuando no, en esa sartén que tenía especialmente para sahumar, ponía muchos chiles secos, fuertes. Ella decía que, si sahumaba con chile la casa, ahuyentaba los malos espíritus y, también, toda clase de bichos que no quisiera que estuvieran ahí.
Entonces todo mundo salía huyendo del olor fuerte del chile. Porque, además, te hacía toser y llorar. Tosías como perro.
Me acordé del chile, pero no solamente ponía chiles ¿sabes? Ponía ajos secos, ruda seca (que huele muy fuerte y es para ahuyentar malos espíritus) y a veces, depende, al final cuando hacía su limpia con chile, ponía ajo y romero, ruda y albahaca seca. Ya hasta el final, cuando ya se consumía todo, cuando quedaba más suavecita la brasa, ponía canela, azúcar y miel y decía que eso le daría dulzura o como buena ventura a la cosecha.
Llevaba siempre brasa, y como iba siempre al monte, ahí siempre hay leña. Se iba apagando y ponía leña seca, pedazos de rama. Pero me acordé del pasaje del chile que te hace llorar y toser y es cierto, te sirve para limpiar.
La ruda también la quemaban seca en el comal. Mi mamá ponía mucha hierba a secar al sol y ya seca, se llevaba sus ramitos. Y tardaba mucho, ahí se iba quemando, consumiendo. Y sí es un olor muy particular. Yo tengo ruda aquí también porque la uso a veces cuando llego muy cargada de la calle, de energías raras de la gente y mías también. Me paso una rameada con la ruda y hay algo que, no sé cómo explicarlo, te mueve cosas, la energía estancada que se va para otro lado.