Hellen Ascoli (Ciudad de Guatemala / Madison, WI) es una tejedora. A través del conocimiento encarnado del telar de cintura, crea un lenguaje abierto del tejido y sus formas de transmisión a través de la sensación, la memoria, la tradición oral y la poesía. En 2012, completó su MFA en Escultura en la SAIC en Chicago. Su trabajo ha sido incluido en exposiciones internacionales como la Bienal Paiz en la ciudad de Guatemala, Videobrasil en São Paulo y en el MCA en Santa Bárbara. En 2019 y 2020, su trabajo con Proyectos Ultravioleta fue galardonado con el Premio Focus Stand en Frieze Londres, el Premio Iberia Diálogos y el Premio Illy SustainArt en Arco Madrid.
En su jardín, Hellen Ascoli marca los parámetros de una nueva exposición individual pensando en respuesta a las continuas conversaciones sobre traducción, afecto y lugar. Sus tejidos aprenden y responden a la tradición maya de tejer en telar de cintura, que toma el conocimiento del cuerpo y el marco físico de la tejedora como su fundamento, e incorpora el tejido con la historia oral, la narrativa y la relación con el lugar. Algunos tipos de conocimiento desafían el lenguaje escrito y en la obra de Ascoli, ella piensa en las formas en las que el cuerpo está en tensión (siendo la tensión la característica que define un tejido) con el paisaje que lo rodea. En su proceso de trabajo, observa las formas en las que se mueve el cuerpo, los intercambios con amigos cercanos y las prácticas de escritura introspectivas y receptivas como influencias del contenido final del tejido. Con los vídeos correspondientes a las acciones de Keemik, Keetik y Keexik, traduce los términos Kaqchikel al español y luego al inglés para tejer, partir ramas y moler tierra, reflejando estos procesos interrelacionados como otros sitios de conocimiento, movimiento y poesía. Un "abrazo" tejido, entonces, se envuelve alrededor de las raíces de un árbol, que son a la vez un rastro tangible del árbol y un símbolo de la distancia actual de Ascoli con Guatemala y con las tradiciones epistémicas y encarnadas desde las que trabaja.
Sept 30, 2020
When we translate we break down language in a very particular way to reconfigure it into another language. A word is examined not just in meaning but also sound and cadence. The way we choose its equivalent word or set of words makes use aware of our choosing. This choosing places us in between well known adages and local specificities.
Translation is the proprioception of words.
It tugs at the articulation of language, adds weight and lets us know where we are located within it.
It reveals where - and how - we stand within the world of words.
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Keemik: Tejer : Weave
Keetik: Cortar ramas delgadas: Snap thin branches
Keexik: Picar tierra dura: Grind hard earth
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WEAVE
SNAP
GRIND
I wake up early to comb the world.
I rake earth.
The weather has changed and the sparse grass no longer holds on to its roots.
Sticks pulled by the long fingers of the rake, snap.
Rocks found, tossed into the base of a tree crack.
Small piles of rubbish gather to form ephemeral bodies in my yard.
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These bodies appear to hold a space for a moment.
To concentrate my thoughts.
This is not un-similar to the way organize my threads concentrates my thoughts by positioning my body in attention
In tension with the warp
In tension with the architecture
In tension with the world out beyond the window I look at when I weave.
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Here, in this house, that window faces my yard - where
WEAVE - SNAP - GRIND meet
KEEMIK - KEETIK - KEEXIK I say, mouthing new sounds.
KEEMIK - KEETIK - KEEXIK finds its way into my body through the rake, through the comb, through my fingers extended.
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I no longer wish to create, I think.
I wish to translate.
To let my body be the place where tension meets the ground.
To let my fingers gently and patiently find a way for each thread.
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October 4, 2020
The 5:30 am alarm says: wake up, its your time.
I have always been a morning person and I know that waking up early does me well.
After several days of working in my yard, and many times tripping on them, I start to pay attention to the abundant knotty roots and left over stumps.
The small band I had started to weave and abandoned also got renewed attention and was finished yesterday after reading your text.
I woke up without much struggle, had a coffee, chatted with you on my morning dog walk and decided to pay attention to things happening outside my window.
These were not “only” bodies holding a place.
This was call (a small call) to action.
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Two back yard actions:
1) Hugging limbs
2) Una aproximación a Keemik - Keetik – Keexik
Hellen Ascoli
October 2020
Madison, WI
La curadora Laura August mantiene una estrecha relación con las artistas de esta publicación. Esta carta sin remitente la escribió para compartir más acerca de cómo se tejen sus prácticas artísticas.
Hellen Ascoli escribe -sobre el tejido y la traducción- "Dejar que mi cuerpo sea el lugar donde la tensión se encuentre con el suelo", e imagino un pararrayos conectando lenguajes, tirando de los hilos. Ella peina, remueve, dibuja una exposición con cintas de neón en su jardín, apila dos ramas de árbol en un abrazo. Paso mis mañanas pandémicas sobre la arena de un patio estéril en las Grandes Llanuras en aislamiento, y la arenilla me empolva la piel y se mete entre los dientes. Nos escribimos cartas. Manal Abu-Shaheen me envía un cianotipo que ella hace del barco que trajo a su bisabuelo a Ellis Island en 1907. Envía una fotografía del sol sumergiéndose en el mar junto a Beirut. Hablamos del fracaso del lenguaje para explicar la distancia entre aquí y allá, especialmente en estas angustiosas semanas desde la explosión. Sus fotografías de esa ciudad ya se trasladaban a los interiores, pero ahora, aislada en Nueva York, imagina la intimidad de fotografiar a sus amigos en sus casas, en el interior, juntos. La imaginación es sobre la cercanía, sobre el tacto, sobre el anhelo y lo que ya no está aquí, sobre tomar un café y contar las historias de este año en particular. Thuy-Van Vu describe cómo su padre plantaba manchas verdes, plantas y flores, en el patio blanqueado por el sol de su casa en Phoenix, Arizona, y cómo siempre morían bajo el sol del verano allí. Hablamos de cosas que no se pueden decir con palabras. "Esta es la idea de una casa que mi padre construyó", escribe la poetisa Diana Khoi Nguyen. Las plantas ahora cubren cada superficie de su oficina y casa de Seattle; se siente culpable por dejar que una de ellas caduque por un cuadro. Ella envía fotografías de un viaje a Vietnam: modestas sandalias en una vitrina del Museo de Bellas Artes de Ciudad Ho Chi Minh están marcadas con la suciedad del día de trabajo de un artista. Un niño lija una escultura de Buda, y la madera cambia gradualmente de tono. Una lista mecanografiada de "frases útiles para emergencias" en vietnamita incluye "¡No disparen!". Fotografías de un helicóptero hecho de hierbas tejidas y una escultura de madera rota de un tanque son hallazgos de una tienda de segunda mano local, importados de Vietnam.
Nuestra charla gira en torno a los objetos, su familiaridad, cómo describen los lugares de donde vienen, la extrañeza de su nombre grabado en un frasco de cristal para dulces. Las camisas de papel ocupan el lugar de simples rituales funerarios, un tazón de arroz, un tazón de naranjas para los muertos, son ahora reemplazados por réplicas de bolsas de Gucci, dentaduras postizas, relojes de oro. En mi habitación, una de las pinturas de Van de los escombros de la construcción, una casa derribada, siempre ha sido un recordatorio de lo efímero, la transitoriedad, de donde vivimos. Las cosas se derriban rápidamente en las ciudades que amo. Manal cita "Memoria para el olvido" de Mahmoud Darwish, y escribe, el café "es una meditación y una inmersión en los recuerdos y el alma". Lo que no daría por una taza de café con estas mujeres reunidas en este polvoriento patio. "Arena que describe el mar", escribe Darwish, mientras siente un dolor fantasmagórico por la explosión que espera, de los aplastantes escombros que imagina que le matarán. Y luego, murió en Houston, un lugar que he amado, de una cirugía de corazón. Hellen y yo leímos juntos This Little Art de Kate Briggs mientras pensamos en la traducción, en el lenguaje y en el textil. "La erótica de la proximidad y la distancia", Briggs escribe esta frase y creo que la erótica es sobre el anhelo y la pérdida, también, sobre la cercanía y su suspensión.
Le digo que entiendo mi distancia de mis comunidades a través de la tactilidad de la autopista entre aquí y allá; en Texas, la autopista es su propio fetiche. Keemik en Kaqchikel Maya es Tejer en español es To Weave en inglés. "Keetik: Cortar ramas delgadas: Snap thin branches. Keexik: Picar tierra dura: To grind hard earth", en la traducción de Hellen. Compro un rastrillo, una azada, un pico, una pala, y la tierra continúa volando a mis ojos, la hierba es escéptica sobre su propia supervivencia; es difícil cultivar algo, solo, bajo este sol particular. La foto de Van de un árbol frutal envuelto en una red me da la envidia del verdor, a pesar de la sofocante envoltura del árbol; el árbol desarraigado en otra fotografía se siente como si se moviera a través de fronteras, se siente como la dificultad de encontrar mi camino a casa. El barco que trajo al padre de Manal a los EE.UU. se llamaba el S.S. Independence, y su madre recuerda el olor a azahar en el aire el año que se mudó al Líbano. ¿Cómo echamos raíces en la inmovilidad impuesta de este año?, me pregunto, mientras veo la basura y la suciedad arremolinarse en mi patio peinado por el viento. Hellen envuelve una raíz de árbol en un tejido, un abrazo para nuestras raíces, mientras nos quitamos la suciedad que las rodea. Tacto por encima del miedo, ella teje.
Laura August
Octubre de 2020
El llano estacado, Tejas
[1] En algunos materiales el título de la exhibición es descrito como “Acto de presencia en México.”
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Hellen Ascoli writes—about weaving and translation—"To let my body be the place where tension meets the ground," and I imagine a lightning rod connecting languages, pulling threads. She combs, she rakes, she draws an exhibition with neon tapes across her backyard, she stacks two tree limbs in an embrace. I spend my pandemic mornings in the sand of a barren yard in the Great Plains in isolation, and the grit powders my skin and gets into my teeth. We write each other letters. Manal Abu-Shaheen sends me a cyanotype she makes, of the ship that brought her great-grandfather to Ellis Island in 1907. She sends a photograph of the sun dunking into the sea beside Beirut. We talk about the failure of language to account for the distance between here and there, especially in these anguished weeks since the explosion. Her photographs of that city were already moving indoors, but now, isolating in New York, she imagines the intimacy of photographing her friends in their homes, indoors, together. The imagining is about closeness, about touch, about longing and what is no longer here, about having a coffee and telling the stories of this particular year. Thuy-Van Vu describes how her father would plant patches of green, plants and flowers, in the sun-bleached yard of his home in Phoenix, Arizona, and how they would always die under the summer sun there. We talk about things that couldn’t be said in words. “This is the idea of a house my father built,” writes poet Diana Khoi Nguyen. Plants now cover every surface of her Seattle office and home; she feels guilty for letting one of them expire for a painting. She sends photographs from a trip to Vietnam: modest sandals in a glass case at the Museum of Fine Arts in Ho Chi Minh City are marked with dirt from an artist’s day of work. A boy sands a carved Buddha, and the wood gradually changes tones. A typed list of “useful phrases for emergencies” in Vietnamese includes “Don’t shoot!” Photographs of a helicopter made of woven grasses and a broken wooden sculpture of a tank are local thrift store finds, imported from Vietnam.