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Bas Jan Ader
Bas Jan Ader
12 de febrero a 23 de mayo de 2004
Curaduría: Tobias Ostrander
Durante los primeros meses de 2004, el MT presentó una exposición de Bas Jan Ader que comprendía la corta pero muy significativa carrera de este representante del arte conceptual. Considero esta muestra importante, por un lado, porque contribuyó al rescate de una figura de la segunda mitad del siglo XX que en ese entonces era un tanto opaca. Por otro, articuló de manera muy clara las relaciones de la obra de Ader con referentes históricos del arte.
Una de las aportaciones del conceptualismo de los años sesenta y setenta fue el concebir la obra de arte como idea, trasladando su materialidad a segundo término. Muchas piezas resultan en un objeto pero éste ya no responde a la tradición occidental que dicta que debe de ser producto de las habilidades técnicas de quien lo crea o de su subjetividad. Este cambio no resultó de una especulación meramente teórica sino de la articulación de procesos creativos que iban más allá de las prácticas dominantes en la época como, por ejemplo, el abstraccionismo (en el caso concreto de Estados Unidos, los proyectos predecesores con mayor fuerza fueron el Expresionismo Abstracto y la pintura de Campo de color). A través de esta oposición, el conceptualismo buscó revertir las nociones de lo visual y las subjetividades formuladas desde el modernismo europeo y el estadounidense.
Ader se trasladó de su natal Holanda al sur de California en 1963 para estudiar artes y filosofía. Desde ahí desarrolló la mayoría de su práctica, aún cuando regresó a Europa en repetidas ocasiones para llevar a cabo proyectos de sitio específico. En aquel momento, la costa oeste de Estados Unidos no tenía la prominencia a la que llegó más tarde dentro del contexto artístico de ese país, aspecto que Ader utilizó en su trabajo: le interesaban las implicaciones de producir desde una (relativa) periferia. Por otro lado, mientras que la tendencia del conceptualismo en Nueva York era ocuparse más de la función del lenguaje en la producción, transmisión y recepción de la obra, su contraparte en California —desarrollada en gran parte desde el recién fundado California Institute of the Arts— hacía obras cargadas de humor que cuestionaban las convenciones que hacían que una obra fuera considerada como conceptual. Ader se enfocó en analizar la idea del o la artista como creador o creadora, una figura que tradicionalmente, se creía, tenía una sensibilidad excepcional y podía trasladar su percepción singular del entorno a un objeto estético.
La exposición curada por Tobias Ostrander estuvo compuesta por ocho fotografías, seis piezas en película o video, cuatro instalaciones y material documental, eligiendo algunas de las series más representativas del trabajo de Ader. Las obras lo muestran ejecutando “acciones emotivas”, según explica el curador en el catálogo sobre la exposición. No obstante, no se trata de escenas autobiográficas o meramente anecdóticas sino que en ellas el artista “se distancia o disloca de las narrativas que ejecuta, redirigiendo suavemente su posición de autor a la de actor”. Es decir, lleva a cabo acciones específicas en contextos que tienen significaciones particulares. Se trata de puestas en escena que discuten algunos de los paradigmas del arte occidental. En I’m Too Sad To Tell You, 1971 (Estoy demasiado triste para contarte) Ader se grabó rompiendo en llanto. La obra existe tanto en video como en fotogramas, así como en una serie de postales que mandó a sus amistades. La pieza toma como punto de partida un gesto que podría ser visto como íntimo y muy poético y, sin embargo, su repetición en distintos soportes pone en tela de juicio la sinceridad del evento y, por ende, de la representación del artista como ser sensible.
Otro conjunto importante de piezas muestra a Ader dejándose caer en distintos lugares. La relevancia de la ubicación, de nuevo, no depende de cuestiones personales sino de referencias históricas. La fotografía Pitfall on the Way to a New Neo-Plasticism, Westkapelle, Holland, 1971 (Caída en el camino hacia un nuevo neoplasticismo, Westkapelle, Holanda), muestra la caída del artista en la ciudad donde Piet Mondrian realizó algunos de sus primeros experimentos abstractos: en sus cuadros, líneas verticales y horizontales, negras y de colores primarios, adquirían dimensiones metafísicas. En ella aparecen también tres objetos tirados que el personaje llevaba al caminar, cada uno de un color como los que utilizaba Mondrian. La razón de la caída no es clara: como se pregunta Ostrander, ¿se debe a dificultades encontradas en el camino, al peso de los objetos o a la carga que representa la propia historia del arte para Ader? De una u otra forma, la puesta en escena del incidente consigue desarticular las composiciones del pintor modernista.
El fracaso en la obra de Bas Jan Ader, implícito en gestos como la caída o el llanto, pasó a ser determinante como una tensión entre puesta en escena y estrategia procesual. Ader desapareció en 1975 durante la realización de una pieza. In Search of the Miraculous (En busca de lo milagroso) consistía en navegar desde la costa este de Estados Unidos hasta Holanda. Luego de partir de Cabo Cod, Massachusetts el 6 de julio, nunca se le volvió a ver. Debido a este final prematuro, su cuerpo de obra es relativamente corta, factor que atribuyó al hecho de haber sido una figura poco conocida durante tanto tiempo.
La curaduría de Tobias Ostrander para esta exposición, aparte de permitir un acercamiento experiencial y crítico a la obra de Ader, dio cuenta de sus procesos creativos, así como de su posicionamiento frente a tradiciones artísticas que le eran inmediatas, ya sea temporal o geográficamente. A través de ello, mostró otras maneras de enfrentar un pasado artístico hegemónico, las cuales reverberan con las historias del arte articuladas en México a lo largo del siglo XX.